Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100005
Legislatura: 1871
Sesión: 12 de abril de 1871
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Méndez Vigo.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 7, 67 a 69.
Tema: Acta del Sr. Seoane, Senador electo por la provincia de Valladolid

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Voy a decir muy pocas palabras en contestación a las que prudente y templadamente ha empleado el Sr. Méndez Vigo al tomar parte en esta discusión. Impaciente el Sr. Méndez Vigo sin duda por manifestar las simpatías que tiene al Gobierno, y que yo le agradezco de todo corazón, porque sé de dónde vienen y por qué las tiene S.S., no ha aguardado a la época natural de dirigir cargos al Ministerio, porque S.S., en realidad (y no es esto una lección que yo quiera darle, porque no estoy en el caso de dar lección a persona tan ilustrada como S.S.) ha podido esperar el desarrollo natural de los sucesos para hacer la oposición al Gobierno, porque hasta ahora, en realidad, no es más que Senador electo, y no está lejos de constitución definitiva del Senado para combatir la política del Gobierno, pudiendo entre tanto limitarse a examinar y discutir las actas de los Senadores, que es lo que exclusivamente está encomendado ahora al Senado. Sea de esto lo que quiera, yo no he de imitar la impaciencia de S.S. porque yo no la tengo; al contrario, tengo mucha calma, y espero tranquilo a contestar cumplidamente a cuantos cargos se quieran hacer al Gobierno cuando llegue la oportunidad.

Me he levantado única y exclusivamente para decir que S.S. no ha tenido razón en nada de cuanto ha dicho respecto de los agentes del Gobierno, ni en la provincia de Valladolid ni en la de Burgos, y que ni el Gobierno ni sus agentes en esas provincias han hecho más que cumplir con su deber, sujetándose estrictamente a la ley, y esto precisamente es lo que tiene incomodado y despechado a S.S.

El Senado ha podido observar que el Sr. Méndez Vigo ha hablado de violencias, de grandes coacciones, de grandes arbitrariedades, y no sé si hasta de grandes escándalos. ¿Pero se ha concretado a algún hecho que se refiera a la autoridad o al Gobierno? Absolutamente a ninguno; y cuando se ataca al Gobierno, y sobre todo, cuando se ataca a los agentes o a las autoridades que le representan en las provincias y que no tienen asiento en este sitio ni pueden defenderse, deben concretarse y demostrarse los cargos; y no es sensato, ni prudente, ni justo venir a atacar a personas ausentes con generalidades que no significan nada más que el despecho y la pasión de la persona que de ellas se vale. ¿Dónde están, pues, las violencias y los escándalos cometidos en la elección de Valladolid por parte del Gobierno o de las autoridades que le representan? ¿Qué tienen que ver las autoridades con los hechos a que se ha referido S.S., con los cuales no tiene relación alguna el Gobierno ni su representante en la provincia de Valladolid?

Señores Senadores: los compromisarios estaban reunidos en el lugar destinado a la votación de Senadores [67] y allí no había autoridad alguna, porque nada tenía que ver con eso la autoridad. En el examen de las actas y en la discusión que precedió a la constitución de la junta de compromisarios, hubo una discusión más o menos acalorada entre los compromisarios, llegando el debate más allá de lo que debe permitir la prudencia, y se produjo un pequeño tumulto en el salón donde la junta tenía lugar.

¿Qué tiene que ver con esto la autoridad de Valladolid, ni menos el Ministro de la Gobernación, para atribuirle por ello los trofeos y las glorias que S.S. me quiere conceder? ¿Acaso estaba yo allí para dirigir aquella reunión y para promover aquella cuestión? ¿Y qué hizo el gobernador en este asunto? Aquella autoridad, aquel dignísimo funcionario público, cuya conducta he aprobado en todas sus partes, por el celo, la inteligencia y la lealtad con que ha desempeñado su cargo, teniendo mucho gusto en manifestarlo aquí, porque se ha hecho verdaderamente digno, aunque yo lo era antes, del aprecio y consideración del Gobierno; aquel funcionario que representaba al Gobierno, lo que hizo fue irse al local. Y ¿sabe S.S. cómo? ¿Cómo ha dicho S.S., cambiando y tergiversando completamente los hechos, rodeado de fuerza armada? No, absolutamente solo y obedeciendo la indicación del presidente de la junta de compromisarios. Y ¿qué hizo este gobernador? Apaciguar el tumulto, dar aliento a los tímidos y hacer entrar en calma a los apasionados. Tranquila la reunión, continuose el examen de las actas, se hicieron las votaciones y la elección tuvo lugar. ¿Qué intervención, pues, ha tenido la autoridad sino una intervención beneficiosa y plausible? ¿Por qué no ha dicho eso S.S., en vez de afirmar que el gobernador civil fue con fuerza armada? ¿Por qué se tergiversan los hechos?

Si en los actos del gobernador de Valladolid, como en los actos de todos los agentes del Gobierno, hay algo punible, hay algo que merezca la censura del Senado, no hay más que exponerlos tal como han pasado; pero desde el momento en que esos hechos se modifican y se tergiversan, se da lugar a creer que los actos de las autoridades han sido perfectamente legítimos, y que se quiere cambiarlos y tergiversarlos para hacerlos aparecer ilegítimos; tarea que no envidio a S.S., porque no es seguramente envidiable.

Que después de restablecida la calma, continuando la elección, hubo algunos compromisarios que tuvieron por conveniente abandonar el local. ¿Y qué? ¿Es responsable de esto la autoridad? ¿Lo es el Gobierno?

Que de 251 compromisarios que tenían derecho a votar, no votaron más que 185. ¿Y qué? ¿Por qué S.S. no ha leído la ley antes de hacer cargos tan graves y severos como los que ha dirigido S.S. al Gobierno, sin saber siquiera lo que la ley dice?

Con esta ocasión debo también defender al presidente de la Diputación de Valladolid, que en este momento no sé quién es ni cómo se llama; pero no me importa. S.S. puede ignorar la ley; pero no es justo que sin hacerse cargo de los hechos que han pasado allí, y confundiendo las cosas más distintas, quiera suponer que el presidente de la Diputación de Valladolid y presidente por consiguiente de la junta de compromisarios, ha cometido una falsificación y asegure que lo va a llevar a los tribunales.

Llévelo S.S. y será tiempo bien perdido para S.S. ¿Por qué? Porque ese presidente, en cumplimiento de su deber, da dos certificaciones; una, en que hace constar el número de compromisarios que tienen derecho a votar; y otra, en que hace constar el número de compromisarios que han votado; y como claro está que el número de compromisarios que han votado no es el de los que tenían derecho a votar, S.S., con esa prudencia que le caracteriza, dice:?Falsedad, a los tribunales el presidente de la Diputación provincial de Valladolid.? Lástima tengo a ese pobre presidente de la Diputación provincial de Valladolid, al cual supongo le hará acompañar S.S. de los secretarios que con él firman esas certificaciones. (El Sr. Méndez Vigo: A los secretarios, no.) ¿Pues por qué ha de tener responsabilidad uno de los que firman esas certificaciones y los otros no? ¿Serán amigos de S.S. quizá? Pero S.S. debe tener en cuenta que aunque sean amigos de S.S. como no lo serán del juez que se encargue de la causa, desde el momento en que S.S. lleve a los tribunales al presidente de la Diputación de Valladolid, en los tribunales se verán también los amigos de S.S.

En dos hechos principales se ha fijado el Sr. Méndez Vigo para pedir la nulidad de las actas de Valladolid. Primer hecho, que ha habido 21 compromisarios cuyas actas han sido desaprobadas por la mayoría de los mismos, y en esto fundaba S.S. grandes cargos para condenar todo lo ocurrido en Valladolid; porque según el Sr. Méndez Vigo, todo ha sido malo en Valladolid, el gobernador, los agentes del Gobierno, los jueces, los fiscales, los compromisarios, los diputados provinciales, todo, en fin, menos el amigo del Sr. Méndez Vigo, que después ha resultado que tampoco es buen amigo de S.S. Pues bien: la junta de compromisarios tuvo por conveniente anular 21 actas. ¿Y qué le hemos de hacer, Sr. Méndez Vigo? ¿Tiene la culpa el gobernador, la tiene el Ministro de la Gobernación, hacia el cual S.S. manifiesta una tan cariñosa predilección? ¿La tiene el Senado para que S.S. le haya entretenido por espacio de dos horas y media o tres? La junta de compromisarios de Valladolid, en uso de su derecho, y naturalmente haciendo uso de las facultades que la ley le concede, ha tenido por conveniente no considerar como buenas 21 actas de igual número de compromisarios. ¿Pero en eso qué tenemos aquí que ver nosotros? Y aun cuando tuviéramos que ver, y aunque admitamos que esos compromisarios han sido injustamente rechazados, serían 21 compromisarios menos que tomaran parte en la votación. Pues así y todo, resultaría que los electos, con mayoría absoluta, la tendrían también. De manera, que ese argumento y esa multitud de actas que S.S. ha hecho leer para demostrarnos que la junta de compromisarios de Valladolid no había obrado en justicia al desaprobar 21 actas, en nada alteraría la elección y siempre resultaría que los Senadores electos, electos serían, porque aun con esos 21 votos aplicados a los Senadores que obtuvieron minoría, resultarán en mayoría los que se sientan en estos escaños.

Tercer argumento, y este es en el que más ha insistido el Sr. Méndez Vigo. Que habiendo 251 compromisarios que tenían derecho a votar, no han votado más que 185. ¿Y qué? ¿Por dónde cree S.S. que es nula ninguna elección en la cual no voten todos los que tienen derecho a votar? Entonces vamos a anular todas las actas de todos los Sres. Senadores que se sientan en estos escaños, y también las de todos los Sres. Diputados que se sientan en los del Congreso. ¿Por dónde? ¿Sabe su señoría lo que dice la ley respecto a este punto? Pues no dice más que lo siguiente en uno de sus artículos:?Para constituir la junta de compromisarios basta que asistan la mitad más uno de los que tienen derecho a [68] asistir;? es decir, de los compromisarios. Y después de eso, para que la elección sea válida, por lo menos en el primer escrutinio basta con que los candidatos obtengan la mayoría absoluta de los votos que allí se den, sean los que quieran. Y si S.S. duda de eso, aquí tengo la ley en la mano; se la puedo leer. Por consiguiente, todos esos ruidos que S.S. ha hecho, no han sido más que para hacer efecto, y para cumplir sin duda con algún amigo de S.S. quizás poco gustoso del resultado de las elecciones de Valladolid.

Es verdad que tenían derecho a votar 251 electores, pero que no votaron más que 185. Si los candidatos han tenido mayoría absoluta, es decir, la mitad más uno de esos 185, son tan Senadores como S.S. Por consiguiente, S.S. podía escoger otro terreno y otros asuntos para atacar al Gobierno a fin de que los ataques de S.S. sean, además de violentos, como lo son siempre, por lo menos oportunos, y tengan también su oportuna contestación.

Con motivo de las actas de Valladolid, ha pasado su señoría a examinar la conducta de otra autoridad representante del Gobierno en otra provincia. S.S. está equivocado en lo que ha dicho de la provincia de Burgos y del representante del Gobierno en aquella provincia. Y si a S.S. le disgusta el que continúe en aquella provincia aquella autoridad, le advierto a S.S. que lo que es por ahora estoy dispuesto a que continúe por algún tiempo. Pero también padece un error S.S.; y es que S.S. padece frecuentes errores. No es exacto que los amigos del Gobierno en aquella provincia hayan pedido que se separe a aquel gobernador o se le traslade. Precisamente ha sucedido todo lo contrario; y para que vea S.S. cuán distantes estamos en opiniones desde hace mucho tiempo, creyendo yo todo lo contrario que S.S.; es decir, que el gobernador de Burgos era una autoridad digna, que había cumplido leal y fielmente las instrucciones que el Gobierno le había dado y que había observado estrictamente la ley, pensaba ascenderlo y mandarlo a otra provincia de más importancia en premio de sus servicios, de esos servicios que a S.S. tanto disgustan, lo cual no extraño, porque S.S. de algún tiempo a esta parte tiene tales conexiones que, repito, no es extraño le disgusten esos servicios tanto como disgustan a los carlistas, pero no a los carlistas de orden, que algunos hay, sino a los carlistas de trabuco, que quieren apelar a la fuerza armada, saliendo al campo para destruir y perturbar el país. Esos son únicamente los que no quieren al gobernador de Burgos; pero todos los demás, al saber que ese gobernador iba a ser premiado, mandándole a otra provincia de más categoría, han venido solicitando del Gobierno que se le deje en su puesto, y él, con una abnegación que le honra, ha suplicado también al Gobierno que, una vez que todo el partido liberal sin distinción de matices, deseaba su permanencia en la provincia de Burgos, se prescindiera de su ascenso, pues que el mayor favor que podía hacerle el Gobierno en premio de sus servicios era dejarlo como está, y el Gobierno ha creído conveniente acceder a los deseos de aquel gobernador, y también a los deseos de los amigos, no precisamente del Ministerio, sino de la situación, en la provincia de Burgos.

Vea S.S. lo equivocado que está. Pues en todo ha estado S.S. lo mismo, y ha fundado esos grandes argumentos en errores que no son dignos de S.S. Su señoría, por la práctica que tiene ya, por ser hombre político de alguna edad, aunque por su fortuna no viejo, y por las muchas batallas que ha reñido en las lides parlamentarias, debería ser más comedido en las apreciaciones que hace sobre hechos que desconoce, porque de otra manera se puede creer, yo no lo creo, porque si lo creyera lo diría, sabe S.S. que soy muy franco; se creería, repito, que S.S. se deja llevar por el despecho, y el despecho, Sr. Méndez Vigo, hace decir muchas veces lo que no se sabe, haciendo perder toda aquella calma y circunspección que necesitan las personas colocadas a la altura en que S.S. se encuentra.

Y concluyo, señores, protestando, más que contra los ataques dirigidos por el Sr. Méndez Vigo al Gobierno, y sobre todo al Ministro de la Gobernación, contra los ataques que S.S. ha dirigido, lo mismo al representante del Gobierno en la provincia de Valladolid que al representante del mismo en la provincia de Burgos, los cuales han cumplido con su deber y han contribuido a que la ley se cumpla por amigos y adversarios.



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